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Cuando el silencio me ahoga, enciendo la radio y me llegan de un planeta lejano voces que apenas comprendo: ese mundo tiene su tiempo, sus horas, sus leyes, su lenguaje, preocupaciones, diversiones que me son radicalmente extraños.
Simone de Beauvoir.







ahora que sólo conoces la tristeza y en las palmas de las manos resbalan

los insectos


ahora que abandonas en el sofá

las monedas que se caen de los bolsillos del vaquero


y quieres ir al médico.


- estos grados centígrados que nos separan-


ahora que no te alegras de verme, que hago marquitas en las

hojas de los periódicos para leer más tarde algún artículo que me interesa


- pero nunca los leo y sólo puedo mirarte mientras recoges las cosas y te cansas-


ahora que no sé, de verdad, porque si lo supiera lo haría, ser

un hombro en el que llorar o algo así aunque fuera similar

como mi madre por ejemplo, que no he aprendido nada de mi madre,

por ejemplo, o poco.


ahora que veo las fotos de marruecos y tú tienes reuniones a las seis

y lloras con los informes y con los informativos y con el viento de cara

tan frío en noviembre, ¿parece el polo norte esta ciudad o me lo

parece a mi?


- si al menos pudiera hacer algo de lo que te sintieras orgulloso-


ahora que nuestras manos sudan juntas y


- oyes como rugen las máquinas en el descampado-

- oyes como ruge ese señor de nombre Y-

-oyes como la vida es una mierda que hay que disfrutar pese a todo-


ahora que vendrá- otra vez y no será la última -a rozarte y verás como abre su maletín con estiletes y lijas

y limas y piedras y tijeras y piernas cortadas y susurros de monja y bosques del norte y películas malas-


yo estaré contigo y no vamos

a cerrar

los ojos.

Pelos de cerdo en el corazón.

Soy invisible, una vieja salida de la boca del metro
con su boca cosida un hilo muy fino de
histería en la lengua rosa,

un surco de problemas en el ojo.
La ira multiplicada en el ala de la mosca
cercenada y minúscula,

qué pequeña instalando su hielo en las articulaciones, hielo en la flor
que trajiste y morirá. ¿Sabes qué se siente cuándo vas a matar?


Soy invisible, salgo de las papelerias con fotocopias y grapas,
tengo en las manos la envidia y
las cáscaras de un pasado infinito, que voy a reventar es algo obvio,
mi padre solía escupirme en
la cara su soberbia y su miedo, mi madre se escondía detrás de la puerta
y es que
nos da
miedo sucumbir al vacío nefasto de la elucubración,
la propia psique sumergida en almíbar y vienen
las moscas. Vienen las moscas pobre señorita,
y la ira es una estación en la que permaneces averiada
y se acerca la vejez con ritmo de marcapasos
y cánceres comiendo vísceras, en forma de arroz arrojado a la cara,
todos esos granos de arroz esparcidos dentro, hay expresiones que se clavan
la memoria es un corcho con esos papeles arrugados
y hay expresiones como los granos de arroz cuando la abrieron
y aquello parecía un plato de cáncer, o pelos de cerdo
en el corazón una maldad repentina que de pronto está incrustada,
nunca podrás deshacerte de esos
pelos de cerdo que tienes en el corazón
ni podrás deshacerte de la última visita a la residencia
ni de los cristales rotos clavados en la espalda,
los niños que te decían lo mierda que eras
acabaron con su vida
antes de los 23,

cristales rotos clavados en la espalda,
huellas de colillas, no explotar contra el asfalto ni queriendo,
él tuvo suerte.

Hago los poemas -expurgación de mi alma- sucios y benévolos,
podéis miraros aquí
miraros aquí y acariciar
vuestra vida como si fuera
un gato.

Lunes de interrogatorio.

Lo siento pero no puedo comer nada de eso - pienso para mí mirando las galletas con piedrecitas de chocolate incrustadas. Y apenas puedo dialogar conmigo misma, es demasiado el ruido de los contenedores elevándose y girando para vaciarse de basura, eso en la calle. Te miro queriendo expulsar la agonía, inventarme de nuevo, con rejillas y versos y piel lisa casi transparente, te miro queriendo abarcarte, dejar de girar como un planeta enfermo, dejar de subir y bajar por ti todo el tiempo las escaleras desde y hasta el tercero, confeccionarme de nuevo, comprar un nuevo vestido que cambie el look interior. Pero nada, viene el hipo, voy hipando hasta el kiosko, paro en la gasolinera, evito el control policial en la rotonda. Sigue el hipo, remoloneo en las esquinas de una cama mental, en la que me recuesto y desde la que observo el infinito y creo tener rayos x y la ciudad de valencia me parece pequeña, apocada y gris, recuerdo mientras observo las flores que trajiste y no por asociación de ideas, cuando descubrí que había más países, era pequeña y nada hostil, rezumaba amor y odiaba de todas formas el rosa, y allí estaba descubriendo que había lugares a los que marcharse, soñando con un hombre que desde allí abajo alzara las manos y quisiera trepar a mi ventana o hacerme caer en un lugar acolchado y perfecto. Aprendí en algún momento que el amor lo es todo, y equivocada continué dándome y tomando sin remilgos todo y nada, no justifico el rencor ni los errores, al final todo es lo mismo, todo soy yo aquí sentada con prisa, el dolor sordo en el costado, el acúmulo enrevesado de papel mojado en el estómago. Comía papel, es mentira, nunca me dio por la tierra, lo que comía era papel, bolas de papel en mi barriga que luego cagaba sin digerir. La vida es así, trenzas y más trenzas de sueños que van deshaciéndose. Descubrir papeles en los que está tu tú que ya no eres es lanzarse a un vacío existencial cuando no sabes qué es lo que te ha traído hasta aquí, dónde se perdió el hilo, por qué no hay una causa efecto y tampoco parece haber una correlación, sólo aire espeso en lugar de hígado y la mirada petrificada en el espejo. Los padres envejeciendo, tú misma envejeciendo, sabiendo que no está tu lugar dónde creías que está, o donde debería según tú, si no en otro lugar que desconoces y te aterra. El yo como una superposición de capas de piel que ir arrancándose con valentía y precisión, sabiendo que de todos modos no podrás evitar errar una y otra vez en el sucio aprendizaje de vivir, de amar, de volverse cada vez más humano y menos azul, y de todos modos, azul, sigues caminando y olvidándote de todo, de las flores muertas en la mano, de la llamada de Jean Mi, de Anna y el crepitar de los porros por las noches en el garage. Que vas a olvidarte de todo, y que seguir adelante es lo único que parece tener un sentido y ese sentido es seguir adelante, sin que haya nada más colgando del hilo absurdo, cuando los proyectos parecen desvanecerse y de todas formas ni siquiera sabes amar, porque esa manera de amar no es lo que toca y si te toca te pudre, y en todo caso una absolución a tiempo, volver a mirarse en el espejo y no querer ser otro, recular justo en el momento de la ira, aprehender lo mágico, hacerse adicto a uno mismo y las letras que lo conforman, como vísceras y caídas libres, como cuchillos golpeando el suelo, agitados por el gato rebelde y sumándose a la presión atmosférica de un lunes de ceniza, como hoy.

Y los árboles se doblan bajo la lluvia primeriza
con su escuela de semáforos y señoras enlacadas, histéricas bajo una nube de rulos y
pérdidas. Los árboles se doblan bajo esta lluvia, yo me doblé con esta lluvia y fue
también tu lengua y tu rabo por la noche, imploraba yo no sé qué paz, la de saber que te
gustaba, todo aquello que hacíamos y me preparaba
para el salto mortal
me preparaba
para la nieve y la agonía sabiendo que estaría contigo para
siempre, pese a diluvios y abstinencia y cosas sagradas y
tontas, siempre, estaré, contigo, amor, siempre estaré
contigo y habrá, ya lo sabes, tiempo para rompernos como palos, será
en un día como hoy, inapacible y vulgar, con chubasqueros y dinastías de hormigas
muertas, es esta agua salvaje y terca, un pliegue en mi carne cuando me acuesto
a tu lado y en tu sonrisa veo el sol, tu sonrisa es ver el sol en un día como éste, hoy
un día como este, con su barrio y sus charcos, madrugando terriblemente afectada
por no ser famosa o estar forrada y descansar en un diván con lecturas y gansos,
qué sé yo, por decir tonterías no será, que la mañana es larga y por fin trae un compañero
el periódico que le encargué, y pienso en ti y no hay oscuridad y la oscuridad que hay se
pronuncia suave es mi ceguera, se mueven las persianas violentamente, algo nuevo además de
la tarea de esconder, es esta tormenta de muebles y pasillos, anoche te di las gracias
y te llamé por tu nombre, por un momento estuvimos tan separados después de hacer el amor que
fue como antes, como antes de conocernos, y es la tormenta y es el vacío barriéndolo todo,
un eco de rizos y tu boca, no logro reconocernos y pese a todo sé que somos nosotros
estos y no otros, tumbados boca arriba, pareciéndonos increíble la altura
del nuevo somier.

El amor es esto.

Los cuerpos yacen perfectos, respiran y pulsan interruptores que son música de paladares y dientes. Se observa la escena desde arriba, ella se pregunta despertando a medias, para cuándo él la va a desear apartando los trastos, la lámpara de un manotazo, fundiéndose en el golpe la bombilla, cuándo va a saltar peligrosamente sobre los párpados que reventarán como botones, haciendo que la luz se ensanche en la pupila, una luz de leones y militares apostados en la nuca. Los cuerpos yacen perfectos, ella se remueve como un manojo de hierbas, a veces por las noches, llora en silencio, el silencio es entonces el útero y la presión de la sien no es nada en comparación con la crisálida desde la que se presta a salir, ofrecerlo todo, darlo todo en un abrazo simultáneo, hacia dentro y hacia afuera. Llora preguntándose sobre el sexo y las partículas del orgasmo, de un deseo ciego y con palabras malsonantes, sucia, puta, coño, v o y a v i o l a r t e es así porque te amo y eres mía y date la vuelta que vas a ver las estrellas, y esas estrellas te harán gemir y querrás ya no salir más nunca de este cuarto, y llora imaginándose que sucede y preguntándose cómo hacer para persistir en la vacuidad de la esperanza y la fe.
Los cuerpos yacen perfectos, el de él no se mueve apenas, sólo la respiración y el calor que desprende hacen que uno piense en vida suspendida, y ella recoge las lágrimas en un frasquito metálico, conforma todas las cerraduras, se sobresalta cuando él roza con la mano su cara, abre los ojos y pregunta ¿qué pasa cariño? Ella se rompe en su dulzura y contesta: nada. Pero es casi de día y los pájaros entran en un trance de pitidos, mis pezones son como gomas de borrar, piensa ella y se siente asexuada y maligna, como si un cáncer de orgías la acunara en realidad y desde lejos, una promesa de la que se mantiene alejada, porque el amor es esto, desperezarse y seguir, ocupar la mesa para un café, soñarse de viejo y sin nada.

Recuerdo tu amor como si fuera futuro.

Un movimiento mecánico, espléndido en los brazos, la lengua se apresurará
extendida y salvaje sobre un chorro de luz de ojos, y un poco más tarde
después de correrse se darán la espalda, tratarán de olvidar esos defectos
físicos del otro, todo cobrará dimensión de aguacero y difusión de miedo
en el cuello y en las manos, un nudo de nervios y carencias en la aorta.

Su bilis y mi bilis y un juego de niños amarillo y fugaz a eso de las diez
un portazo y la televisión que apagamos, recuerdos distintos, tú viajas por allí
y yo golpeo el suelo con la cabeza, el suelo frío el culo en el suelo frío es
invierno el culo desnudo sobre el suelo tan frío y mis ojos como persianas
que no dejan, esta vez no, pasar la luz.

Tú estás allí viajas en la medicina y la clemencia, respiras su cabello negro yo
sigo allí viajo allí con
mi tristeza en las muñecas, contra la pared del baño una nube de pollas y trastos,
un regalo esas pequeñas figuritas para adiestrar el futuro,
palabras deshinchadas que se pochan
en un teléfono móvil y poca suerte y poca gracia
que dormidos ya hasta los sueños
son jirones de un guión repetido y soso.

Lunes

Hoy no había sitio en el bar, sólo quedaba la mesa que está frente a la puerta, una puerta siempre abierta. Para mí sería imposible sentarme dando la espalda a las dos docenas de hombres que hay almorzando grandes bocadillos de tortilla, así que me posiciono de espaldas a la puerta, una puerta siempre abierta. Un maestro de feng sui me daría una azotaina. Pronto empiezo a notar como mi rabadilla se congela, ahora que ya hace un poco de frío, cualquier cosa nos parece una edad de hielo. Me dispongo a fumar un cigarrillo y pido el segundo café cuando unos obreros se marchan dejando libre la mesa del rincón, a la que me traslado rápidamente. Es curioso cómo la felicidad es poco inspiradora, si uno la entiende como calma y equilibrio. Supongo que el oficio es importante también, y tal vez por eso me he sentado aquí a escribir, en el bar de siempre, y a fumar. La casa está limpia, la conciencia "tranquila", he empezado el régimen y por la ciudad hay un hombre montado en una bicicleta que me ama. A veces pese a todo eso, no hay más que una oscuridad repleta de monstruos y detalles existenciales burdos y precisos que expanden frío en las arterias. No importa que haga sol. Salen buenos poemas, pero quisiera no escribir nada más si con ello permaneciera en equilibrio. El sábado por la noche hablamos de decrepitud y puede que fuera la marihuana pero noté como de pronto mis hombros pesaban, todo mi cuerpo pesaba, un cuerpo astral y hasta ese momento imperceptible. Existir es una responsabilidad, pensé, vivir es "lo más", no encuentro palabras para ponerme filosófica, sencillamente pude por unos segundos apreciar el valor de caminar por aquí, y ¿por qué yo? Y yo no es nada más que azar, un azar que espabila a cualquiera.

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