La tarde y la ventana prodigiosa,
el cigarro como una luciérnaga en la penumbra a las siete, y aunque
no te sigo queriendo lo mismo, podría decirse que hay claves de sol y
algunas veces, cuando despierto y no estás, los perros son demonios
y el vecino un imbécil que no vocaliza.
También lucho contra mis dolores, me digo - fuiste una diosa, recupérate-
para que cocinen mis sombras, y encuentren mis verdades, esta tarde
y aunque no te sigo queriendo lo mismo, es tal vez más,
saldría corriendo corriendo y haría dietas de desintoxicación,
pedalearía hasta el exceso y la cumbre. Volaría hasta el norte.
Con mis propios brazos, llegaría, llegaría
y después.
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