La risa de la chica, que se balancea en un hueco, el diente perdido y el vestido
desabrochado, era lógico, querer algo, más allá de los brazos:
unas mantas, unas tierras.
Silencio de camisas fris fras fris fras, tengo tanto
dolor, inflamado con teclas que presionar, así es como soy con tanto
dolor, y todas las etiquetas esos filos de papel.
Lo inesperado.
Nuestras manos ensayan la lejanía, la risa de la chica, que era
mi risa, yo deseaba algo más, una firma, pequeñas
desgracias, una tintura para fijarlo todo,
fijar lo que
se aprende.
La gente viene paseándose por la calle en el centro, vivimos aquí y
abro el balcón el sol entra por la ventana rasgando la alfombra, quemándonos
como un cometa, una devastación primaveral y pegajosa.
Tengo que dormir, tengo que dormir.