la belleza no es / un lugar donde van / a parar los cobardes
Antonio Gamoneda.
Que volveremos a pelear, y la sangre escanciada sobre la moqueta
se convertirá en una mancha ridícula como de expediente y que
trataremos de darnos cobijo después el uno al otro, salvajes y apresados.
Chiquillos, digo yo, devorados por la perversidad de los apegos.
Iremos haciendo méritos para vaciar el mar, dejando diáfanos los fondos.
Que alguno de los dos ganará en el ring y habremos de todos modos
perdido ambos, no sé de que sirve el arrojo de arrojarse objetos
ni sé de que sirve el descanso si no se origina en el recreo
de abandonarme a nosotros.
Que cuando estar solo sea de nuevo habitual por
la noche, de la televisión no nos interesarán ni los informativos,
y beber vino será ya una costumbre a solas y a secas, cuando
aumente la inflación y se funden nuevos planetas y enferme por
el plomo en las venas, y apunte a la gente con mi estilográfica,
devolviendo en los portales el whisky y los licores, mientras tú
te tropiezas y caes delante de alguna chica, y no te mueres de
vergüenza,
Sabes, creo que
nos echaremos de menos, lo haremos sin corrección, nos costará
cabellos y encorvarnos, tal vez aislamiento temporal y revocar todas
las leyes
de las sábanas
y el alimento.
3 pulsaciones:
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Uhm... no lo sé. En cuanto sepa algo a respecto lo pondré por aquí, gracias!
Me ha encantado tu poema, el lenguaje duro y directo, el retrato perfecto de un adios que guarda la esencia de casi todos los adioses, ese agridulce sabor.
Un saludo desde mi balcón.
*elisa*
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