Qué el día no olía a césped recién cortado
ni había estado en la cervecería haciendo más sencilla
la vida, mirando por la ventana el cielo
encapotado.
Y nada me parecía más triste que esas personas
amarillas, esperando el autobús
todo tan alimenticio para escribir poesía
tan nutritivo para mi exposición sobre
las cosas.
Yo estaba alterada, tú estabas lejos
yo tenía dudas, y ante la dificultad
ante la decisión
y la competición
perdiendo como siempre la compostura
entre las sábanas
azotada por el antídoto, tan vomitivo
como el propio veneno.
Lloré como sólo yo
puedo hacerlo.
Mientras murmuraba que
Yo sólo,
yo sólo
quería
compensar.
FOTOGRAMA DE UN INSTANTE por MAICA BERMEJO MIRANDA
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La mano, pequeña y blanca, descansa laxa entre los dedos morenos del hombre
que viaja a su lado. Los dos, relajados, se dejan mecer por el suave
traquete...
Hace 10 horas