Julio, hace calor.
Estoy apoyado junto a la puerta del bar pequeño, el de la esquina. Un bar que siempre está abierto. Estefanía me mira con los ojos bizcos y apura una lata de cerveza. Está sudando. No está nada mal. Envejece con dignidad pero es cosa de la naturaleza. Hace unos años, cuando todavía no había manifestado sus adicciones era sin duda una mujer bellísima.
Cualquier otra en su situación estaría sin duda estropeada y horrible.
Ella mantiene todavía unos grandes ojos azules, cada vez menos curiosos, a veces bizcos, pero azules. Y el vestido de lunares le sienta estupendamente. Eso pienso mientras la miro.
Un hombre calvo que lleva un perro negro y pequeño agarrado con una correa se aproxima a nosotros. Nos mira a través de las gafas y en su oreja hay pinchado un pendiente de plata que brilla bajo la implacable luz del sol. Está buscando a alguna achica guapa que quiera trabajar en su oficina. Tiene un taller de reparación de coches, nos dice y debe ser cierto, porque sus uñas son negras y él parece cansado. También parece tener dinero. No mucho pero tal vez de sobra para vivir holgadamente. Estefanía se entusiasma, él se dirige a ella muy amablemente y le explica en qué consistirá el trabajo. Poca cosa: atender a algunos clientes, preparar facturas, mantener limpio el despacho, hacer el café.
Ella acepta, está contenta porque hace tiempo que quiere rehacer su vida. Le parece una buena oportunidad. Yo no digo nada, me limito a mirar y a entornar los ojos como si estuviera de vuelta de todo. Entro al bar y pido otro par de latas. Extiendo la mano hacia Estefanía una vez fuera con una de ellas, quiero invitarla y ella hace un terrible gesto, arruga el morro y con la mano parece decir NO, NO. Me mira de soslayo, con cara de pocos amigos como si yo estuviera de algún modo interfiriendo en su futuro profesional. Supongo que quiere parecer santa casta y pura y no se lo reprocho. Las cosas no le han ido bien. El tipo parece algo grasiento pero no mala gente.
El perro es feo y pequeño.
Quisiera darle una patada pero siempre he sido amigo de los animales.
No sé por qué quiero darle una patada.
Creo que tiene que ver con el ladrido agudo que casi no me deja oír la conversación de Estefanía y el hombre calvo.
El perro ladra y ladra, ha visto una perra más allá o qué.
Qué coño quiere el puto perro.
Decido volver dentro del bar.
Dentro hay un ventilador. Me pongo delante del ventilador.
Miro a través del cristal.
El hombre bosteza, estira de la correa del perro que parece querer largarse de allí cuanto antes. Gotas caen de su lengua, dando en el suelo y formando unas pequeñas estrellas de saliva de muchas puntas. El hombre lo mira, mira a Estefanía. Se ríen y no sé de qué hablan.
Ahora oigo al perro ladrar, el ladrido solapado por la cristalera. Estefanía se toca el cabello largo, se coloca las tetas bajo el vestido. Sonríe. El tipo entra de pronto al bar y yo continuo mirándola a ella, que hace un gesto con las manos, levanta los hombros y sonríe de nuevo como queriendo decir, vaya no me lo esperaba y aquí empieza el resto de mi vida.
El hombre pide un refresco de naranja y una cola y sale fuera con las latas, le ofrece una a ella, ella la bebe deprisa. Me mira, esta vez de reojo.
Salgo afuera. El perro ha dejado de ladrar. Puto perro.
El hombre mueve al perro. Lo arrastra del cuello el perro es pequeño no pesa apenas el hombre lo maneja a su antojo. El perro suda, suda por su lengua rosa. Creo que voy a desmayarme, estoy borracho y prefiero no abrir la boca. No quiero estropear esto del trabajo de Estefanía. Se que ella quiere una nueva vida.
Apoyado en la puerta del bar, veo como el tipo saca de una pequeña carpeta que lleva en el bolsillo del pantalón unos papeles en blanco. Le pregunta entonces a Estefanía.
- Nombre.
Y Estefanía responde su nombre pero ha olvidado sus apellidos. Yo no puedo ayudarla, pues no los sé, nunca hablamos de esas cosas. Ella se queda atascada, abre mucho los grandes ojos azules. Hace un esfuerzo.
Creo que quiere inventárselos.
El hombre la mira sorprendido.
Ella quiere inventárselos, pero duda. Y ese instante es suficiente para que el hombre guarde los papeles que siguen blancos, de nuevo en su carpetita, apriete el botón que esconde la punta del bolígrafo y lo introduzca todo de nuevo en su bolsillo.
Tira de la correa del perro, que ha vuelto a ladrar. Hace calor. Todos sudamos.
El tipo se marcha, nos mira mal. A ella con cara de decepción, ladeando un poco la cabeza, chasqueando los labios, la mira de arriba abajo. No sé qué piensa. A mi me mira como si me culpara de todo. Y se marcha bajo el sol. A seguir buscando, supongo.
Estefanía entra al bar, se sienta frente al viejo ventilador, la veo desde fuera. Su cara es triste, y se ilumina cuando por fin parece recordar sus apellidos. Deja de fruncir el ceño, así está mucho mejor. Pide otra cerveza. Muy fría, insiste.
- Sabes qué creo..?
Me lo dice cuando entro para sentarme a su lado, y la miro de cerca. Es guapa, aunque a veces, si bebe mucho bizquea. Pero es hermosa, y lo suelta así, muy claramente, como algo que ya está decidido aunque ella haga como que duda..
- Creo que voy a comprarme un perro.
Vaya, y yo creo que la odio por ello.
DEL FONDO: Ya a la venta en Underdog Ventures.
-
“Del fondo” surgen las visiones más aterradoras, pero también más
fascinantes. Surgen las preguntas más angustiosas, pero también las
respuestas más nece...
Hace 2 días
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el perro sabe los apellidos de ella, por eso ladra como un poseso, o que por no tenerlos el, quizas queriendo cambiar de vida de encadenado a desencadenado, lo que ladradaba eran los suyos, no se.. de todas maneras esa vision de burdel diurno mola, burdel donde por lo que se ve son las putas las que pagan a gordos sudorosos.. un besote
La poesía se te da muy bien pero el relato corto no se te da menos. La idea de una puta jubilada buscando una neva vida aún sospechando que es difícil o imposible, es genial. Si fuera yo, me hubiera olvidado de los apellidos adrede, da miedo cambiar de vida cuando estás acostumbrado a que todo vaya mal.
Es un cuento magnífico, ya te he dicho muchas veces que le dediques más tiempo a la narración. A ver si me haces caso de una vez. Creo que voy a cambiar de enfoque y a escribir sobre tus cuentos. :D Guapa!!!
Muy bien. Eduardo R
Ya te dije, metes la poesía en la prosa y nos montas una feria. Me ha encantado. Muá
¿siempre es así?
qué genial... yo les tengo una tirria especial a los perros.
un beso,artista
He llegado aquí a través de tu fotolog, al cual llegué tras equivocarme en una letra para acceder al fotolog de un amigo.
Eres tú la safrika que escribe también en poesiasalvaje?
ya ves, a veces encuentro espejos terribles por casualidad, y sonrío.
Gracias, creo que eres de las mías.
Me encantó tu "texto sin conclusión sin pretensión" y, sobre todo, el texto sobre Saudek.
muaa
www.fotolog.com/jugar_por__jugar
holita, caracolita.
muchas gracias por el link q me facilitatste. espero poder imprimirme las 20 páginas que creo que son cuando recupere mi ordenador propio, q ahora mismo está debatiéndose entre la vida y la muerte en alguna tienda de informática del país.
un besazo para la artista-
¡¡¡ me encanta¡¡¡¡¡
si tu quieres le podemos poner imagen, y hacemos un corto fantastico.
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