La cuestión es que yo sólo pretendía crear algo.
Hacer algo con todo aquello, moverlo, convertirlo.
Pero vinieron las tinieblas, y el abismo, que siempre
se extiende rosado a los pies de uno.
Y entonces no queda más que gritar. Gritar.
El interior es un baño húmedo y azul.
Y tus ojos escondidos detrás de las gafas
y tus manos en los bolsillos o sostiendo un libro.
Yo, que habría dado todo, todo.
Y por una mentira.
Como un payaso sin maquillaje, una mosca olvidada y muerta.
Es lo más cerca que estuve del amor, tal y como lo entendemos
en esta sociedad del siglo veintiuno.
Y nunca volverá.
DIEGO VASALLO, TRAYECTORIA DE UNA OLA por PABLO CEREZAL
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[...] este artefacto poético al que te asomas, nace de la libertad y el
respeto de dos artistas, dos géiseres creativos e incansables que no
transigen,...
Hace 2 semanas