La cuestión es que yo sólo pretendía crear algo.
Hacer algo con todo aquello, moverlo, convertirlo.
Pero vinieron las tinieblas, y el abismo, que siempre
se extiende rosado a los pies de uno.
Y entonces no queda más que gritar. Gritar.
El interior es un baño húmedo y azul.
Y tus ojos escondidos detrás de las gafas
y tus manos en los bolsillos o sostiendo un libro.
Yo, que habría dado todo, todo.
Y por una mentira.
Como un payaso sin maquillaje, una mosca olvidada y muerta.
Es lo más cerca que estuve del amor, tal y como lo entendemos
en esta sociedad del siglo veintiuno.
Y nunca volverá.
FOTOGRAMA DE UN INSTANTE por MAICA BERMEJO MIRANDA
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La mano, pequeña y blanca, descansa laxa entre los dedos morenos del hombre
que viaja a su lado. Los dos, relajados, se dejan mecer por el suave
traquete...
Hace 9 horas