Había una luz preciosa. Como una luz de esas que
rodean a los santos y las vírgenes en las estampitas.
La cerda me miró fijamente, parecía despertar de un
pasado inepto, blanco, tieso como ropa almidonada.
Tosió, una tos seca. Y alargó hacía mi su pezuña.
- Está bien- me dijo- ya basta. Has hecho todo lo que
estaba en tu mano.
FOTOGRAMA DE UN INSTANTE por MAICA BERMEJO MIRANDA
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La mano, pequeña y blanca, descansa laxa entre los dedos morenos del hombre
que viaja a su lado. Los dos, relajados, se dejan mecer por el suave
traquete...
Hace 9 horas