Había una luz preciosa. Como una luz de esas que
rodean a los santos y las vírgenes en las estampitas.
La cerda me miró fijamente, parecía despertar de un
pasado inepto, blanco, tieso como ropa almidonada.
Tosió, una tos seca. Y alargó hacía mi su pezuña.
- Está bien- me dijo- ya basta. Has hecho todo lo que
estaba en tu mano.
DIEGO VASALLO, TRAYECTORIA DE UNA OLA por PABLO CEREZAL
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[...] este artefacto poético al que te asomas, nace de la libertad y el
respeto de dos artistas, dos géiseres creativos e incansables que no
transigen,...
Hace 2 semanas