Cruzando el Liffey hablaban de Wilde.
Ella le explicaba algunas cosas que él desconocía
habló también de Beckett
Esperando a Godot
y el purgatorio.
Fue cuando él pasó el brazo sobre sus hombros
y ella lloró, lloró durante una hora. Sin poder parar.
Por el tímpano acabado, por la malicia del sucedáneo de amor
que creía estaba viviendo y la poca pasión que había en su vida
y por el aire frío en Dublin. Y
porque la poesía no es nada, no es más que mierda
hay que estar loco o lanzarse al vacío, suicidarse
o caer en una espiral demente de drogas y abusos familiares.
¿Sabes? Yo no sé hacer otra cosa- le decía ella
sé hacer eso y sé amar.
Y ninguna de las dos cosas se me da del todo bien.
No tengo suerte.
Él sonrío (sabía ser muy adulador y miraba muy fijamente)
y le dijo
a mi me parece que eres maravillosa.
Ella bajó la vista y lloró más.
DIEGO VASALLO, TRAYECTORIA DE UNA OLA por PABLO CEREZAL
-
[...] este artefacto poético al que te asomas, nace de la libertad y el
respeto de dos artistas, dos géiseres creativos e incansables que no
transigen,...
Hace 2 semanas