Patricia llegó al hospital a eso de las siete. Subió en el ascensor extremadamente lento que olía a basura hasta la tercera planta, Unidad de Psiquiatría, cerrada a cal y canto. Casualmente, cuando iba a golpear con los nudillos la puerta, esta se abre y una enfermera pelirroja y sonriente la hace pasar, preguntándole a quien viene a visitar.
Su amigo lleva ahí tres semanas, y pese a eso no parece haber mejorado demasiado. Ha perdido mucho peso, aproximadamente veinte kilos, sus ojos parecen hundirse en unas ojeras violáceas y profundas. Le cuesta fijar la mirada en un punto. Patricia se esfuerza porque los ojos de su amigo la miren a los suyos con confianza. Él no deja de abrazarla. Se quieren.
En la habitación se hacinan tres chicos.
Yeyuco está casualmente compartiendo este espacio. Otro de los pacientes es un gordo que parece cuerdo pero que al parecer no dice una palabra que sea verdad. Yeyuco es guapísimo. La esquizofrenia no ha logrado deformarle el rostro ni la expresión y parece sereno en su sexualidad de bestia salvaje. Su mirada carnivora no pasa desapercibida para la pobre Patricia, que piensa de pronto en su amigo tan flaco, con fiebre la última semana, al mismo tiempo que escucha a Yeyuco decir algo así como que "tiene que rajar a un tío de Alboraya". Es entonces cuando sus bragas mentales vuelven a subirse... los cinco segundos de dejadez visual sobre el cuerpo del chico esquizofrénico han terminado.
(Patricia ha de aceptar que tiene pensamientos de este tipo de los que no se siente en absoluto orgullosa pero que tampoco le comen la moral de manera voraz. Ha aprendido a aceptarlos.)
Después de que su amigo compruebe que ella tiene los cinco dedos de cada pie en su sitio, que no está embarazada y que no la ha seguido hasta el hospital George Bush, decide que lo mejor es acompañarla hasta la salida para que de este modo no puedan atacarla y destruirla, ahora que se codea con terroristas complices de Bin Laden. No sabemos ninguno de los dos, sentados en la cama del hospital, quien es más hijo de puta o si nos sentiremos mejor después de que todo esto haya pasado. Cuando la realidad sea otra vez el pan de cada día y no quede más remedio que aceptar donde uno se encuentra.
Yeyuco comenta entonces que pronto va a matar a un tío llamado Charlie y que no le importa que le lleven a Picassent, a lo que Patricia contesta, sí hombre a Picassent, sólo faltaba eso... y Yeyuco la interrumpe diciendo: es que por un poco más... Y ella se calla un poco y él se levanta y vuelve a darle dos besos y a preguntarle, ¿sabes quien soy? a lo que ella contesta, claro Yeyuco, claro que se quien eres.
El caso es que Patricia ha llegado al hospital a ver a su amigo y se ha encontrado con que conoce a dos personas recluidas en la Unidad de Psiquiatria que además comparten habitación.
El mundo es un pañuelo, piensa ella.
Su amigo ha decidido que pronto va a desvelar todo el tema de las escuchas que al parecer hay detrás de las paredes y en los conductos de la calefacción.
Ella le abraza y no tiene miedo de nada, ahora que ha dejado de llover y el tiempo ha parecido pararse en una hora ambigua, desde que la adelantaron no sabe realmente qué hora es, todos los relojes se han parado, las bombillas de dos habitaciones en su casa se han fundido y el mundo es realmente pequeño y enorme, un bucle de armonía extraña y caótica por el que discurrimos o nos discurre tan rápido como la luz.
El sucio amor que nos une a otras personas- parece pensar- es un motor perfecto y es "la luz de toda luz".
Vuelve a enseñarle los pies a su amigo para que este se cerciore de que sigue teniendo cinco dedos en cada uno, nadie los ha cortado con un machete y ella le obliga a mirar a los ojos, a centrar la vista en otro ser humano que le está sintiendo, que quiere volver atrás en el tiempo y regalarle algo nuevo, darle lo que no le dio por creencia de invencibilidad, por destino moldeable, por ignorancia absoluta.
Quisiera regalarle una curación, y tiene esa oscura esperanza (es oscura por imposible pero parece limpiarla por dentro) de poder otorgarle otra oportunidad, como si por un segundo pudiera ser dios y con sólo desearlo una ráfaga de viento borrara todo el dolor, toda la paz que no debió nunca serlo, las noches de descontrol, aparcar coches por veinte céntimos, robar en un mercadona, enseñarle los brazos casi muertos a una amiga por cien duros, chutarse con una jeringuilla infectada de sida, que su madre muriera, que su padre fuera un mierda, que no fuera débil y gordo, que el corazón hubiese podido llenarse con agua de sus manos.
Quisiera regalarle un "de nuevo" y con las ventanillas bajadas, en el coche, la música, la vida bueno parece que podría, podría dárselo.
Pero no, Patricia, mujer.
Sólo cerciórate de que se sienta mejor.
Pero podría.
DEL FONDO: Ya a la venta en Underdog Ventures.
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“Del fondo” surgen las visiones más aterradoras, pero también más
fascinantes. Surgen las preguntas más angustiosas, pero también las
respuestas más nece...
Hace 2 días
2 pulsaciones:
anda q no hace tiempo q no me pasaba por aqui... donde quedó la poesía?
Sabes qué pasa?
Cuántas veces te han querido mirar los pies y los has enseñado con un reparo distinto a esta?
Cuántas veces no te hubiera gustado escuchar historias sobre persecuciones y otras aventuras.
Y luego sonreir.
Pero claro, las cosas no son siempre así de bonitas, ya se sabe.
Al final somos lo que queremos ser y no tenemos cura. Eso. Tebeso.
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