Cerca ya de su casa Kimberly no pudo evitar sollozar. Dejó las bolsas de supermercado en el suelo, se puso las manos sobre la cara, varios objetos se movieron dentro de las bolsas, salió rodando un bote de tomate frito. Ella lo miró todo al escuchar el ruido del cristal girando sobre la acera, eso hizo que el sollozo se convirtiera en un llanto silencioso y lento, y con él como fuego en el rostro, como una careta debajo de la cual ya nada importa, se agachó con dificultad para recuperar el tarro, para poner en orden el interior de las bolsas. El reflejo en el cristal destinado a carteles publicitarios de la parada del autobús le devolvió una verdad tan densa como dolorosa. Sobre el vestido negro de una chica rubia y menuda, que entornaba los ojos perfectamente maquillados mirando hacia una puerta, se vio a si misma. La carne vieja pujando por salir, a la altura de las caderas por encima de la cinturilla del pantalón, el pelo como alambres finos y quebradizos escapándose de una coleta mal hecha, la sangre agolpándose alrededor de la nariz, pequeñas venitas explotando como fuegos de artificio, una fiesta para nadie. Se dio prisa, recogió torpemente las bolsas y se sintió ridícula, llorando y respirando con dificultad. Pasaron unas jóvenes en bicicleta, el aire se hizo más frío y veloz. Con paso inseguro, con el viento a la contra, logró llegar al portal del edificio.
Iba a dejar las bolsas de nuevo en el suelo para rebuscar en su bolso y sacar las llaves cuando la puerta se abrió desde dentro y ella recuperó la posición erguida. Una mujer salió de la oscuridad como una aparición mariana, retirándose luego unos pasos hacia adentro para sujetarle la puerta a Kimberly, que entró tan rápida, y dando las gracias. La mujer enarcó las cejas y sonrió. La puerta, pesada y negra, se cerró con un golpe metálico dejándola en el eco y la humedad del rellano.
En casa ordenó la compra en los estantes, sacó de la nevera los alimentos en mal estado, vació los bricks de sopa, abiertos desde hacía semanas, en el fregadero. Reprimió una arcada al ver el líquido cuarteado y percibir el olor que había liberado.
El lunes me pondré a régimen- pensaba mientras vertía generosamente varias cucharadas de manteca de cacao dentro de una baguette. Una forma de configurar la culpa antes de que pasara por su esófago hasta el estómago dado de si.
Se sentó frente al ordenador y buscó fotos de mujeres feas, de mujeres muy obesas y feas. Eso hacía que se sintiera un poco mejor. Ni tan gorda, ni tan fea, sólo un punto intermedio. Envidió, de todas formas a esas mujeres inmensas que posaban en ropa interior, que parecían haber aceptado cierto destino fatal. Esto no es sólo a base de donuts- pensó Kimberly. Leyó muchos mensajes que algunos hombres dejaban en los pie de foto. Le gustaba leerlos, recuperaba un poco la fe en si misma.
¿Donde la puedo localizar? esta wena para hacerlo esas gordas cojen bien rico ¿no hay un telefono?
Que delicia, se me hace agua la boca de tan solo verla e imaginarmela sin nada puesto, completamente desnuda. No necesitaria estar borracho para pensarlo, de hecho no lo pensaria, solo accederia de forma total e inmediata... ummmmm…..
Qué bonita está la gorda, me vuelvo loco con una mujer como esa, siempre prefiero una mujer con muchas libras...
las gordas son las mujeres mas sexy. en lo personal me exitan con solo verlas. que el todo poderoso las guarde.
Quién sabe si hoy- Kimberly fuma el cigarrillo de después, qué gran placer fumar después de comer- quién sabe si, mientras caminaba cargada y contra el viento, la ropa marcándose más por el efecto del aire, los ojos llorosos, algún hombre habrá pensado en deshacerse entre mis muslos o llorará esta noche sobre su almohada, castigándose por no haber sido valiente otra vez, por no haberse acercado a mí, por no haberme preguntado ¿qué te pasa? o ¿estás bien?. Mientras otro, otro hombre, daría un puñetazo a la pared, pensando en su estupidez, en su lentitud, porque, maldita sea, debería haber aprovechado que ella estaba llorando, hubiera bastado con un ¿puedo ayudarla? y recoger algunas de sus bolsas, acompañarla al portal, y ella le hubiera invitado a un café, esas cosas pasan, al tumbarse en el sofá sin jersey los pechos de ella se hubieran aplastado contra el torso, subiendo hacia el cuello corto y perfumado de sudor y...
La luz empieza a hacerse más tenue y suave en la calle. Kimberly apoya la frente el cristal de la ventana del salón. Recuerda que Dennis odiaba que ella hiciera eso, le repugnaban estas manías de su mujer, la grasilla que quedaba después impregnando el cristal, . Kimberly lo comprendía, limpiaba después con gran cuidado, pero de todas formas no quería evitar el placer del cristal frío sobre la piel, conseguía a través de este gesto una asepsia y aislamiento que recorrían su cuerpo como una caricia.
Ve a la mujer que se cruzó antes en el portal del edificio, la sigue con la mirada. La mujer mira hacia arriba, sus ojos se encuentran y Kimberly se despega del cristal muy rápido, es como si le quitaran un trozo de esparadrapo, se pone la mano en la frente, se echa hacia atrás. La mujer vuelve a sonreir, hace un gesto con la mano. Muy rápido se dirige a la cocina, saca del armario un producto de limpieza y un paño de fibra. Retira con delicadeza la mancha del vidrio, echa un vistazo disimulado a la calle, la mujer ya no está en su campo visual.
Al día siguiente decide utilizar la vieja cámara de fotos digital. Se enfrenta al espejo y ensaya diferentes poses en las que considera que está relativamente atractiva. Coloca después la cámara sobre un aparador, frente a la cama, estrena unas sábanas de colores vivos y dirige el enfoque. Se hace todas esas fotografías desnuda. Tumbada boca arriba, boca abajo, a cuatro patas y de perfil, dándole el culo a la cámara, abriendo las piernas todo lo que su antigua agilidad le permite, tocándose los enormes pechos, subiéndolos y sonriendo, sonriendo a la cámara, entornando los ojos con una mirada que quiere decir soy sexy, que lo suplica, que en realidad pide perdón, pide perdón por ser de esta manera, por no saber ser de otra, por no haber llegado a tiempo a salvarse.
Continuará...
6 pulsaciones:
que continúe porfavor
abrazo
Si. Atrapada me has tenido, desde el "Cerca" hasta el "salvarse". Quiero ingerir más letras así como las pones tú, una detrás de otra y formando historias. Wow.
A sus pies,
Txus G
http://katalitza.blogspot.com
Ummm... ¡qué apetitoso!
que siga!
Has montado una cruel historia de superviviencia. Me parece inmejorable y no se lee de cualquier manera: es un personaje demasiado cercano, y lo muestras sin la menor afectación literaria. Escribes muy bien.
Lo más revelador del texto, lo más cruel, y que aparece como aparecen las cosas de la vida, por azar, por esas dolorosas casualidades de la vida (es un detalle angular): Pasaron unas jóvenes en bicicleta,... Justo en ese momento.
Es magnífico.
qué gran placer fumar después de comer... y tambien la soledad en buena compañia
por dejar mi opinion, me gusta lo salvaje de todo el realismo en la escena (por cierto en las 2partes); seguire investigando por si aparecen continuaciones a esta historia interminable
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