La conciencia de las tripas, tienes el susurro apresado, y lo lanzas así
con fuerza en el oído muerto, mi sangre tan espesa (demasiado hierro) y
gritos y la paciencia sedada
éstas piedras en la espalda, el tiro del médico con el palo
de golf, un viaje que se desenvuelve, en rojo y guantes de látex que yo
usaba para amarte, amor, por entonces la caída no estaba aún escrita y correr para salvarse
contra una pantalla era todo lo que teníamos, una apisonadora, fotografías de la
infancia, el límite rozando la expresión de la cara.
No hay método para librarse del brusco envite de la tarde, sucede los
domingos, comer y comer beber refrescos, no salir de casa resistir ésta resaca
traerse recuerdos dolorosos como pinzas, accidentes sin luces teléfonos que no
vas a coger.
El padre que estallaba en la defensa de la jovencita gorda, con el zapato aquel marrón
que rompió Raúl en el patio, el insulto y la defensa, nada serio, nada sirve,
las ocho menos cuarto sobre el sofá, qué cantas que lo haces tan despacio,
qué esperas encontrar tras la puerta si no la evolución de tu estatura, la fecha junto
a la raya. Que te roben la ceniza de un amigo muerto.
Olvidar fragmentos de telas, llorar sobre un círculo, creer en el fuego artificial,
saber que hoy es no sé qué día de Mayo, esperar que vuelvas y como al principio,
volver también sudando la mano agarrando a la niña
la de las buenas intenciones, gorda, fea, estúpida para el
mundo, dónde quedó la joven estrella el amor un globo de risas, ensueño duradero
si sólo quería
estimular un universo, crearlo de nada, organizar eventos deliciosos donde
descargar las flores y la sangría, al final
un acierto.
ES MEDIANOCHE EN CASI TODO EL CUERPO: Gema Fernández Martínez.
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Un poemario también puede ser un mapa, un acertijo, una tirita, una
linterna que arroje algo de luz a cada semioscuro. En este libro, la autora
traza un ...
Hace 1 día
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