Su gloria tan muerta, a él un fideo siempre le pareció un cuello
y le gustaba partirlos con la cuchara justo al borde del plato
decorado con dibujos parecidos a glóbulos grasos,
ella le miraba de todas formas a través del cristal de
aquella cafetería, ella le miraba.
Con gonorrea y con una hipoteca.
le parecía un tipo infecto pero de cualquier forma
le amaba.
Él había tenido un infarto y llevaba un bigote
inextinguible
no quería hablar de mortalidad ni de luces mortecinas ni
de moscas ni de cemento.
Se sentaba allí, se quitaba el sombrero, se sacudía de los
hombros
las motas blancas y
pedía algo cargado mientras esperaba la comida.
Ella era moscovita y fuerte, pretendía ser
su oftalmóloga y su pediatra, pequeña ogro ser fantástico
con forma humana.
Nada oficial, sólo tumbarse
junto a él por las noches y contarle
qué tal le había ido el día.
Hablar de turbohélices, turmalinas y matronas
atraparle con mayeútica, que él la comprara
con fruslerías.
DIEGO VASALLO, TRAYECTORIA DE UNA OLA por PABLO CEREZAL
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[...] este artefacto poético al que te asomas, nace de la libertad y el
respeto de dos artistas, dos géiseres creativos e incansables que no
transigen,...
Hace 2 semanas