Fue hace tiempo. Al principio ella no sabía si aquello estaba pasando de verdad. Se obligó a mirar a la chica accidentada, que desvanecida sobre su propia sangre, parecía dormir placidamente y sentirse por fin en paz. Se había golpeado la cabeza contra un poste de la luz, uno de esos de hormigón, que tienen como escaleritas por las que subir. Había sido con una motocicleta, y había sido rápido. Claro.
Ahora yacía en el suelo y no había nada que la chica del diente partido pudiera hacer. Sólo quedarse sin dormir, esperar a que viniera una ambulancia, esperar noticias que llegarían tarde, ya entrada la mañana. La chica accidentada se iba a recuperar, esto lo supo justo en el momento en que empezaba a repetir moviéndose hacia delante y hacía atrás, rítmicamente: "Mónica, no te mueras. No te mueras"
El chico amarillo había muerto un año antes. Todavía recordaba ella aquel color en el blanco de sus ojos que ya no fue blanco nunca más. Y una venda florida surcando su tripa. Había escrito mucho sobre eso. Sobre la brevedad de todo, la fugacidad de todo, la necesidad de vivir el momento y no pensar nunca más en el futuro. El rostro del padre del chico amarillo, el cambio que se operaba en sus ojos cuando entraba en la habitación de su hijo y hacía como que no pasaba nada, como si todo fuera a solucionarse, como si fuéramos a despertarnos todos de un mal sueño.
Ella había arrancado cuatro páginas del libro que estaba leyendo durante la noche anterior. No recordaba cómo, ni cuando. Sólo sabía que al despertar una de las hojas se había quedado pegada a su mejilla. Y no quiso mirar qué ponía en ella porque a veces es mejor o saber nada ni creer en mensajes que vienen por azar a iluminarnos.
El chico amarillo se murió porque dios era un hijo de puta. Porque dios tenía garras y fauces como un lobo voraz y asesino. Porque dios era caprichoso y estúpido. Ella se preguntaba por qué no podía hacerse pasar por él. Si al final hacían lo mismo. Nada, nada, nada.
Dios era un cabrón.
El chico amarillo se murió pocos días después de la visita en la que ella le vio comer un helado de esos de Pantera Rosa, y lo hizo con ganas. La chica del diente partido había escrito también mucho sobre eso. Al menos lo hacía una vez al año. El recuerdo del chico amarillo devorando algo fresco, el contraste entre su rostro y el rosa fucsia de un helado que iba desapareciendo en su boca. Esa fue la última vez que la chica del diente partido lo vio. Y guardaba este recuerdo como algo precioso, porque la avidez es característica solo de los vivos. Y él estaba vivo. Y comía. Y su sonrisa parecía tan blanca.
Después, el ataúd también sería blanco.
Y unas puertas se abrieron, y se lo tragaron. Y entonces todo el mundo lloró más y más. Se escucharon gritos y alaridos desconsolados. Y la chica del diente partido pensaba que el cuerpo es tan importante. Por que si no hay cuerpo qué hay. No hay nada. Y ahora el cuerpo del chico amarillo era ceniza. Y la ceniza no es nada.
El viento golpeó su cara al salir de la fiesta de fin año.
Había estado pensando qué hacer, con quien, cómo. Sólo sabía el cuando.
Pensó que aquella fiesta era la segunda mejor opción, y allá fue, cargando en la mochila ropa de zorra y sombra de ojso. Ahora salía de allí, despacio. Después de chupársela a un tipo guapo de casi dos metros, director de cine y que le prometió un papel en su próxima película. Todavía notaba el sabor en la boca. Después quiso follársela pero ella se negó aludiendo otros compromisos, diciendo que debía marcharse ya. Salió a fumar a la calle, necesitaba aire fresco. Echaba de menos al chico filósofo, pero todo se había muerto poco a poco, como una enredadera que amarillea en la punta de una hoja, y luego continua haciéndolo hasta no ser más que algo feo y muerto.
Quería comprender la verdad. El por qué de su autodestrucción. El por qué de la muerte, de la matanza. De su corazón mutilado y gris. Sólo era una chica con el diente partido, con kilos de más, con la ignorancia extrema del ser humano y su conciencia. Sólo quería decir a la mierda con todo, volverse y agitar el pelo, correr y salvarse. Dirigirse hacia unos brazos como en una corriente, sabiendo que jamás se movería. Que sus pies se quedarían pegados al asfalto, por miedo, por desidia, por su propia naturaleza de columna griega.
Quería follar. Quería joderlo todo, destrozar lo poco que quedaba.
Recordó al chico amarillo y muerto. Vio a la chica accidentada recuperarse poco a poco y no volver a ser nunca la misma. Recordó como ignoró la muerte de su abuelo porque se la comunicaron mientras dormía, y cómo mucha más gente había ido cayendo fortuitamente, como en una broma. Un accidente de coche al ir a poner un CD y quitar la vista un segundo de la carretera. Un resbalón con la moto, de camino a Jerez, arrastrando la cabeza por el asfalto hasta romperse el cuello. El que se perdió en la montaña, y se murió de frio con la pierna rota esperando a un amigo que había ido a pedir ayuda pero se perdió, y también murió. Un cáncer de ovarios a los 32, sabiendo que vas a morir y sin querer saber cuánto tiempo te queda. Sobredosis. Miedo.
Hay gente que muere de miedo.
La chica del diente partido no quería morir. Quería tener un hijo y salir a pasear un domingo temprano sin sentirse mal. No quería sentirse culpable. Quería volver con a aquellas tardes con el chico de los ojos azules, volver a su seguridad supina, a sus brazos expertos, al hambre con que este devoraba su coño y la hacía sentir princesa.
Quería volver a su calor gélido, a la ambivalencia de sus palabras cuando la retaba en una lucha de poder salvaje, en la que los dos rugían, y se amaban, y calculaban el grado de dolor que podrían infringirle al otro para suponer el grado de satisfacción que habrían de obtener a cambio, sin obtener nada en realidad.
Quería follar. Quería liberarse y saltar. Hacer cosas que nunca había hecho.
Fornicar sin parar hasta el 2008. No echar de menos nada.
Volver a nacer.
Dos luces se acercaban deprisa por la calle.
Y entonces saltó, pisando un charco.
DEL FONDO: Ya a la venta en Underdog Ventures.
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“Del fondo” surgen las visiones más aterradoras, pero también más
fascinantes. Surgen las preguntas más angustiosas, pero también las
respuestas más nece...
Hace 2 días
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Es muy curioso cierto comportamiento que se da en el ser humano frente a situaciones que nos sobrepasan, en las que no tenemos recursos para abordarlas o soportarlas. Muchas veces en estas situaciones, no solo he comprobado yo mismo sino que lo he visto en otras personas, la tendencia que tenemos hacia el sexo, hacia un comportamiento , por así decirlo, irracional (de animal irracional) ya que el sexo -de por si- es un componente muy fuerte en el mundo irracional. Puede que forme parte de esa huída hacia adelante a la que tenemos tendencia cuando no vemos salida a la situación que estamos padeciendo.
Una chica me contó en cierta ocasión que ella al enterarse de la muerte repentína de una muy amiga suya lo que hizo fue masturbarse hasta sentirse exhausta, fue lo único que le calmó algo. No me extraña que la chica del diente partido tuviera esa misma tendencia en esas circunstancias.
La vida del ser humano suele superar en mucho a la más poderosa imaginación, sus vivencias así como sus actuaciones dejan una marca imborrable en nuestro cerebro. Sta. safrika usted sabe que somos dioses, más que dioses, estamos por encima de ellos. ¿por qué? pues porque tenemos la condición de la impermanencia. Los dioses envidian nuestra condición, por ser caduca. Todos nuestros actos tienen la fuerza poderosa de ser únicos e irrepetibles, mueren así como nacen y eso nos da la categoría de sobrenaturales. Por eso mismo creo que merece la pena abordar el presente con la actitud del que se sabe finito, que podría desaparecer en cualquier momento, esto da a nuestros actos la magia y el poder que ambicionan los dioses.
En fin, que me he pasado de rollo. Sigo con las recomendaciones; hay un blog que se ha dejado de actualizar que seguro que le gustará, se llama ; "relatos obscenos en mi menor", búsquelo y léalo, seguro que le gusta.
Como dice usted; por aqui seguiré, la vigilo.
te quiero
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