Estábamos en una iglesia y tú tenías el pelo muy largo.
Te interesaba el santoral, el calendario.
Y te quitabas las gafas mientras lo ojeabas, y parecías
restablecerte con cada página.
Yo tenía en las manos unas tenacillas
y pretendía con ellas, no sé, cortarme algo.
Dejarlo en la capilla, carne incorrupta de la chica "Jurado"
Esparcias después una especie de ceniza y yo
la olía y pensaba que eras el hombre más hermoso y terco
que nunca en la vida había visto.
Simpatizabas con el párroco, que disfrutaba de tu compañía
y me mirabas por encima del hombro, sonriendo a medias
mientras yo incluia creencias en mi repertorio
y me arriesgaba con las tenacillas.
Después viniste y me besaste como al principio
aspirando los labios fuertemente y a mi me gustaba
pensaba: tengo suerte, y aún en una iglesia
podría atemperarme y ser firme con este hombre.
(Y mientras tanto un dedo caía al suelo)
pero al ser santa ya no sangraba, sólo
tenía ganas de besarte más
y pensaba: ¿para qué me habré hecho santa
ahora que esto parece el paraíso?
Bueno era un sueño. Tú te echabas las manos a la cabeza
y destrozabas el libro y al cura ya no parecías
caerle tan simpático.
Siempre dejo ventaja, es una máxima.
Cuando veas que no hay motor, arranca.
EL DÍA QUE ME CRUCÉ CON CHARLES MANSON por ALEXANDER DRAKE
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Domingo 15 de diciembre de 2019, 12:33 del mediodía. Cruzo el puente del
Kursaal en dirección al Centro y justo en medio veo a un chico joven con
pinta d...
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