Pequeña ventana rota.
La fiebre no ha de matarte y en el balcón suda una anciana.
Sus pellejos oscilan con el viento, sin gratitud, con falta de oxígeno.
Y en mi cabeza ya no hay soles desolados, sólo el hombre de las gafas
encima de mi, subido a mis hombros, con su deseable peso
doblándome las siniestras rodillas que nunca quisieron tomar tierra.
Existe la posibilidad de que aún sin edad y enfermo
logres atraparme en redes sin ser red.
Yo me dejo caer un poco borracha en la cama, y sin moverme.
Rezo a medias por la aparición que no ha de producirse.
:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
Yo no estoy sedada
Me exaspera violentamente, que no quieras hacerlo a dentelladas
arrancarme la piel, girarme los ojos, dejarlos en blanco impoluto.
Que no te arrastres como un gusano de botella mexicana
hasta mis párpados y quieras besarlos con la valentía del ciego.
Y quieras sodomizarme, arrancarme cabellos
quebrarme en tu rodilla.
Que no alimentes mi ego con trozos de carne fantástica
por la que yo subsisto, un día, otro día.
Con la sapiencia del vendedor urbano
con la ira del guardia de seguridad
en los pasillos de un hospital viejo.
LA LABOR DEL TERMINATOR: Tomás Soler Borja.
-
*Tríptico al óleo del alma humana *
Cuánto de lascivia, de onanismo
público, indisimulado, cruel
y tantas veces goloso
en los poetas y sus cantos
―d...
Hace 1 día
1 pulsaciones:
me gustó
Publicar un comentario