Sentada entre la gente, me escondo un poco. Hoy el tacto era hermoso y los ojos dulces. Me he sentido extraña, sobrevolando el garito con tanto whiski y la noche acaba en nada. En mi casa las sábanas, la perra, las velas. El músico que me devuelve el espejo de ayer estará durmiendo y sus hijos le rodearán el cuello y yo quisiera formar parte del pequeño circulo, de humilde manera. Acercando en aliento a su oido extendiendo la mano para tapar al niño rubio con la manta.
Mis tetas sonrien al cielo, mi corazón palpita sucio en su pequeña caja, mi mano se relaja, mi culo se aprieta, el cálido horno cocinará tus dedos, dormiré aunque ya nunca nada me sacia, y el apetito de mundo es voraz, ardiente, casi monstruoso.
DIEGO VASALLO, TRAYECTORIA DE UNA OLA por PABLO CEREZAL
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[...] este artefacto poético al que te asomas, nace de la libertad y el
respeto de dos artistas, dos géiseres creativos e incansables que no
transigen,...
Hace 2 semanas
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