Cero caricias. Un golpe sordo en mi cabeza. La cara hinchada. Los ojos profundos, hermosos, llenos de luz. Nada cambia demasiado. Es el tiempo el que pasa a través de nosotros y nos envejece, y nos llena la piel de cicatrices absurdas, el cuerpo de pequeños tumores. La cabeza de vanidad y recelo.
¿Te acuerdas de cuando eras un niño? Corrias por las huertas con aquel perro que ya murió y tu abuelo te contaba historias y te arañabas las piernas con las zarzas. Sonreías y rabiabas, a partes iguales. La vida no era real, sencillamente la vivias, eso lo hacía todo más fácil.
Estoy sumamente cansada. Me alegro de que cuando me pegaste, no dejaras marcas. Me avergonzaría de ellas. De tí. Diría que me golpeé con el marco de la puerta, o que pisé una escoba tirada en el suelo dándome con el palo en la cara.
Esto es otra cicatriz en mi corazón.
Me pregunto si voy a sentirme siempre así de sola.
LA CARRETERA MUERTA en DIARIO DE LEÓN
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Hace 1 día
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