La chica esta ceporra me saca de quicio. Llegando al bar la veo ya sentada en una mesa y sorbiendo la horchata con doble pajita. Me ve, y tragando antes un poco más abre la boca, se levanta y me saluda con dos besos de esos de pega, que no se dan en la cara, se dan al aire. Y uno no comprende entonces que puto sentido tiene acercar las caras sin ni siquiera olfatearse.
Hablamos de sus problemas. De su alopecia, de su madre, de su primo al que le tocó el cupón de la ONCE y que ha desaparecido del mapa dejando a la familia en la estacada. Fumo un cigarro trás otro. ¿Por qué he quedado con ella? Es histriónica y guapa, la prótesis capilar le queda bien. Los chicos se giran para mirarla.
Después de caminar un rato hasta el coche me dice que en realidad me ha llamado porque necesitaba desahogarse, y que no le caigo bien, que le chupo la energia o algo asi de vampiros energéticos, pero que no tiene con quien hablar y que siempre le pudo mi manera de escribir. Esperaba encontrar una poetisa emporrada y conoció a una chica algo tímida de maneras bruscas, emporrada, eso sí, pero no lo suficiente.
Le contesto que ella tampoco es que me haga mucha gracia, y que acepté su invitación por curiosidad y aburrimiento.
Vuelve a acercarme la cara, y le estampo dos besos de verdad en las mejillas. Parece extrañarse un poco.
- No es nada personal - le digo - es que me enferma la gente que no besa. Odio esa cortesía estúpida de apenas rozar las caras, sin olfatearse.
Saco un cigarrillo (volvi a fumar después de engordar un kilo y doscientos gramos) y ella escupe el chicle.
Le regalo un librito de poemas. Levanta la mano.
Hasta otra.
DEL FONDO: Ya a la venta en Underdog Ventures.
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“Del fondo” surgen las visiones más aterradoras, pero también más
fascinantes. Surgen las preguntas más angustiosas, pero también las
respuestas más nece...
Hace 2 días
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