Quisiera verte crecer y estar contigo en la hierba
esperando a un exámen, como esos padres que salen en
los informativos
que acompañan a sus hijos a la selectividad y casi
no han dormido.
Quisiera no dormir porque llegas tarde, y ocultártelo
y cerrar los ojos cuando por fin oigo la puerta
y caes vencido o vomitas un poco en el váter.
Quisiera conversar contigo como lo hago en mi sueños
como lo hice cuando aún no existías, todas las
estrategias para ser amiga además de
madre
todas las cosas que dije que nunca haría
y nunca
haré.
Las quisiera.
Los motivos no puedo abarcarlos, y sólo me duelen cosas:
la garganta, la espalda, el oído.
No puedo tragar esto, no puedo cargar con aquello, se hace difícil
escuchar esto
otro.
Quisiera verte crecer como crecen esos chicos que veo en el supermercado
pidiendo gilipolleces y dulces a unos padres cansados
que ni siquiera un poquito, ven la maravilla
de una palabra, un dedo que se levanta señalando un dulce
que apenas escuchan, mirando el teléfono, la historia de
un día en el colegio o un golpe en el parque.
Y justo no quería esto, escribir por algo que no existe,
pero veo niños cruzando en los pasos de cebra,
veo niños cada día en la playa,
en la tienda china,
en el ascensor.
En fin, ni siquiera es un poema.
Sólo necesito
que deje de
doler.
esperando a un exámen, como esos padres que salen en
los informativos
que acompañan a sus hijos a la selectividad y casi
no han dormido.
Quisiera no dormir porque llegas tarde, y ocultártelo
y cerrar los ojos cuando por fin oigo la puerta
y caes vencido o vomitas un poco en el váter.
Quisiera conversar contigo como lo hago en mi sueños
como lo hice cuando aún no existías, todas las
estrategias para ser amiga además de
madre
todas las cosas que dije que nunca haría
y nunca
haré.
Las quisiera.
Los motivos no puedo abarcarlos, y sólo me duelen cosas:
la garganta, la espalda, el oído.
No puedo tragar esto, no puedo cargar con aquello, se hace difícil
escuchar esto
otro.
Quisiera verte crecer como crecen esos chicos que veo en el supermercado
pidiendo gilipolleces y dulces a unos padres cansados
que ni siquiera un poquito, ven la maravilla
de una palabra, un dedo que se levanta señalando un dulce
que apenas escuchan, mirando el teléfono, la historia de
un día en el colegio o un golpe en el parque.
Y justo no quería esto, escribir por algo que no existe,
pero veo niños cruzando en los pasos de cebra,
veo niños cada día en la playa,
en la tienda china,
en el ascensor.
En fin, ni siquiera es un poema.
Sólo necesito
que deje de
doler.