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Cuando el silencio me ahoga, enciendo la radio y me llegan de un planeta lejano voces que apenas comprendo: ese mundo tiene su tiempo, sus horas, sus leyes, su lenguaje, preocupaciones, diversiones que me son radicalmente extraños.
Simone de Beauvoir.







Gwendoline

                                                                                                                     
Hagamos lo que hagamos en ésta u otra vida, el peso del karma nos alcanzará.
                                                                              Dalai Lama

              Y Néstor se despertó ya de noche, se sacudió la ceniza de la solapa – deberías dejar de fumar- pensó- hoy por hoy es tan poco elegante... Una ducha rápida y segundos antes olerla a ella en los pliegues de su propia piel, y bajando las escaleras no explicarse como no conseguía sacarse de la cabeza a la chica rubia de bote y gordita, la voz gutural y extrañamente sensual que componían sus cuerdas vocales. Deberías pensar a lo grande- siguió diciéndose- no puede darte igual que tenga los pechos caídos, y aunque nunca viste a nadie cantar así, entregarse así...


            Néstor abrió las puertas del local y aunque ella no estaba a la vista, supo que estaba allí por un resto de su perfume que de nuevo le evocó la noche anterior: algo de alcohol, soledad, la casualidad de la primera fila. Tonterías- siguió- cómo voy a enamorarme así, de alguien tan inapropiado... Pidió una copa y la vió salir al escenario,esta vez desde la barra, una distancia prudencial. Manteníendose al margen esperaba arrepentirse de haber compartido con ella la cama, sintió un revoltijo extraño en su estómago, síntoma de quinceañero, nada de naúseas. Qué me pasa, debería irme a casa, mañana en la oficina estaré tan cansado... Alguna mujer que el no acertó a ver, imponente de veras, una de esas en las que normalmente se fijaba se acercó, trababa frases cortas y sencillas dirigidas a él que sólo sonreía estúpido y lloroso, sin quitar la vista de la enorme Gwendoline que cantaba y cantaba como una ballena perdida en un océano de pipas y cubatas... La esperó hasta el final, ya casi cerraban el local, se acercó nervioso y pálido. Él, el amante de las líneas sutiles y coleccionista de gemelos, con una casa en el centro de estanterías hasta el techo repletas de volúmenes caros. Él, que siempre pensó en casarse con una mujer perfecta, de labios perfilados e igualmente hermosa aún imaginándosela en el octavo mes de gestación, sin varices, inmune a los desperfectos que provoca el tiempo, cualquiera parecida a las esposas de sus colegas, una esperanza de elegancia y figura. Él, viéndose a si mismo como una tercera persona, como una imagen de sí absolutamente definida que se partía, se acercó a Gwendoline. Ella no era dulce, con los brazós algo flaccidos, la cintura ancha y algún signo en el rostro que haría estremecerse a sus parientes y amigos .Le dijo, mientras aspiraba el olor leve a axila y almizcle, que lo conmovía y excitaba a partes iguales - gracias por la noche de ayer – Él, que sin embargo y pese a los nervios siempre se había sentido seguro en la comparación, con su gran coche y su formación, su profesionalidad y sus corbatas finas, su ropero infinito tan a la moda, esperaba verla caer en sus brazos como algo entregado y fofo, a su manera hermoso. Y contra su pronóstico, el acercamiento fue inútil, ella le miró como se mira defecar a una paloma en una plaza, aproximó los labios a su oído y susurró unas palabras, y todavía más pálido la recordó claramente, un sudor frío que rayaba en la disculpa le recorrió la columna vertebral perfectamente alineada gracias a la educación postural y años de quiromasaje, recordó que una vez le rompió un zapato a la hora del recreo, ella se fue alejando, se tropezó cerca de la barra y se rió algo borracha, agarrada unos segundos del hombro de un hombre algo mayor que fumaba negro. Todo lo vio Néstor a cámara lenta, todo se fue mezclando, la redención que quería suplicar, las bolas de papel y saliva lanzadas contra sus pertenencias y contra ella misma, la pequeña niña gafuda de nulo talento que jamás lograba saltar el potro, la despreciable niña que lloraba en los servicios, que pintaba corazones con rotulador indeleble en los que confesaba su amor por el chico más popular del colegio, el torturador torturado, el suelo temblando bajo los pies. Ella que ahora desde lejos, se ríe y fuma mientras le dice, bajito, pero él puede leer en sus labios – cómo se da la vuelta la tortilla ¿eh?

Publicado en http://www.artesuburbano.com/ en la columna mensual "El traje reparado de la chica astronauta"

Palabras que no nos gustan.

Dicotomía. Realidad. Arritmia. Procesar. Ajenjo. Raquítica. Enclenque. Bótox. Enjundia. Idiosincrasia. Hiperventilar. Colación. Miedo, ansiedad, lexatín, bajón, sola, gorda, siempre, otra. Madrastra, hijastro, mujerzuela, epíteto, bofe, cachicamo, sarro. Reglosa. Hermenéutica, Diacrónico y sincrónico, epocal, epistémico/ca. Padre, Madre, Pescado. Instruir, pollito, anémona, libertinaje, zozobra. Pretension, desproposito,recelo, celos, posesión, cargo, despedidga, grande, dependencia, soledad, menosprecio, descompás, murmullo, barullo, .....ismo. Referente. Hagiografía. Solidario. Válido. Implementar. Proyecto. Orgánico. Felicidad. Zote. Crematístico. Cuchipanda. desilusion, desamor, rutina, hipocresia, maltrato, ansiedad, depresion, vacio, muchedumbre, hambre,























Dime tus palabras odiadas pinchando aquí, voy añadiendo las que me enviais.































































































































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