El cuerpo que le va dando esas sonrisas a la muerte y a los médicos, se estrella sinuoso y enorme
sobre la mesa de exploraciones.
Los que lo penetran fruncen el ceño e inventan pestañas que mueven despacio para decir
primero
- no le pasa nada-
y más tarde retractarse moviendo en la mano una fotografía del tejido lesionado.
Todo es triste, me digo, envejeciendo así, tan rápido.
Pronto biopsiarán mi alma, se despertarán los monstruos que crujen por las noches
estaré enferma y me sentiré tan inútil como hoy, moviendo los troncos, tratando de hacer fuego,
olvidando los plazos para proponer testigos - en el trabajo-
con toda la comida del mundo en mi regazo.
Haciéndome daño.
A mí, que no soy muy viajera- lloro, ¿no lo entiendes?, porque una vez lo fui-
parece que
se me acaba el tiempo y habré de emprender - quiera o no, digan lo que digan
los familiares-
el viaje de morirme o
aquí mismo aprenderlo todo otra vez, sola y sin amantes
nadie a quien lanzar
la vajilla y los elaborados insultos
- ir haciendo distancia-
que he ido a aprendiendo, sibilina,
en tantas
y tantas
horas
de lectura.
PELÍCULAS QUE ERIZAN LA PIEL: Prólogo de Jorge González del Pozo.
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El contrapunto y la pasión por el cine
de Vicente Muñoz Álvarez
El pulso de Vicente Muñoz Álvarez se hace nota...
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