La bandeja china, la voz en off,
la escucho desde la calle
llega hasta mi como propulsada por una arteria herida.
Eras implacable, lo recuerdo:
como un ejército de señoras en el mercado
eras inaccesible,
como un tunel de metro en madrugada de domingo
y tenías en los párpados cierta
paz, caían como interrogantes sobre los libros y
yo pensaba, envuelta en una manta, escuchando jazz
por hacerme la interesante
que
hay sueños que o los dejas escapar
o dejan de serlo.
Y me propuse entonces
no escarbar.
Dejarlos ahi, haciendose madeja
cobrando vida.
Pareciendo
algo.
*
Salíamos al balcón. Soldabas tus manos a mi pierna izquierda
(a mi me encantaba aquella deformación profesional)
siempre así sentado como si el mundo y el eterno retorno
no fueran ni hubieran sido nunca
tal cosa.
Tus ojos estaban entonces un poco llenos de ceniza,
mi espalda curvada parecía querer tejerse para siempre contra tu cama
y estaba también esa terrible dejadez en las sonrisas,
la escalera muerta de mis
dientes.
Pretendía hoy, sentándome aquí a escribir
equipararme a esas princesas de calle y familia clase media
infravaloradas
que acaban por creer en el propio desafío
de la fealdad, del miedo, de los huecos por llenar.
Comenzando a actuar impulsada
sólo por una mirada ajena, un dulce contacto sin riesgo.
Pretendía no aplastar a nadie con mi inconsciencia.
Seguir siendo, acaso, alguien.
(El mundo parece a veces querer reducirse a estos bulbos recíen regados)
Seguir esparciendo las delicias que dios siempre quiere
negar a algunos
Mordiendo lo bello, atacando al sol
directamente
con la cabeza alta
de frente y podría ser - debería ser
(sin tí)- supongo.
LA LABOR DEL TERMINATOR: Tomás Soler Borja.
-
*Tríptico al óleo del alma humana *
Cuánto de lascivia, de onanismo
público, indisimulado, cruel
y tantas veces goloso
en los poetas y sus cantos
―d...
Hace 1 día