Me apetece encerrarme en este cuarto y no salir ya nunca, por voluntad propia. Aterrizar en mis sábanas frías, escribir sin parar. Sentir que floto por el cuarto de inanición y rabia pulsátil, de la que teclea mundos y orejas y pies y guerras y asesinatos y amor.
No podría amar a nadie más que a ti. Ningún cuerpo podría abrazar. Ni el atlético chico que toca todos esos cables, y que bien mirado, tiene unos cuantos polvos, diriase que sí. Las administrativas siempre le miran el culo de reojo. Ni al electricista, creeme, ni a ese, podría follarme yo.
Huyo de los demás, de sus escaleras escondrijos y mentiras. Huyo de sus verdades de su inmensidad de su burbuja. Yo solo quisiera enterrarme en algún lugar, no ser nadie, no ser nada. No existir.
Hoy el pájaro azul se está muriendo.
¿Ovulación? ¿Enredaderas?
Nadie. Escúchame.
Nadie.
Y el sexo tiene ya tu nombre. Masturbación, los pezones duros. El pelo rozándome la cara, la rabia.
DIEGO VASALLO, TRAYECTORIA DE UNA OLA por PABLO CEREZAL
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[...] este artefacto poético al que te asomas, nace de la libertad y el
respeto de dos artistas, dos géiseres creativos e incansables que no
transigen,...
Hace 2 semanas
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