Resbalo con un minúsculo charco de aceite, la grasa del mecánico
Compro adjetivos al farmacéutico, me mira distraido,
sacando su cútex.
Suenan las alarmas a horas intempestivas
hay un simulacro:
aviso de bomba en mi corazón,
se vienen a sumar los ataques
con latidos simples y limpios hachazos.
Extiendo un dedo señalando que he optado por
destrozar anillos, comprar calendarios pasados,
mapas descatalogados, con países que ya no existen.
Que he optado
por descargar mi rabia contra la propia rabia
y apretar el miedo entre las piernas, apretarlo.
Por abandonarme a mi suerte,
por buscar detrás de los cuadros,
del humo verde
de los quebrantos,
de la estupidez eterna
(la de aquellos que creen en la solicitud y el préstamo
como amables queribles deseables
atractivos sexuales en féminas
entradas en carnes):
De la estupidez propia que dejó resbalar
muslo abajo carne adentro
y se llenó el cuerpo de flamantes pastillitas marrones
esperando a cambio
recibir tesoros.
Me domina el ansia, el atributo extraño de mis ojos siempre parlantes
la piel surcada de imperfecciones definitorias
el culo, la cadencia de la voz, lo que ves al girar la esquina
lo que no ves porque se esconde.
Todas las cosas que te daría y sin embargo
no podría nunca darlas.
LA LABOR DEL TERMINATOR: Tomás Soler Borja.
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*Tríptico al óleo del alma humana *
Cuánto de lascivia, de onanismo
público, indisimulado, cruel
y tantas veces goloso
en los poetas y sus cantos
―d...
Hace 1 día